miércoles, 31 de agosto de 2011

CABO NORTE 2011 EN SOLITARIO

CABO NORTE 2011 EN SOLITARIO.
EL VUELO DEL FÉNIX

Prólogo

Año 2011. Sábado, 3 de septiembre. Hace una semana que regresé de mi viaje por tierras nórdicas. El tiempo justo para tomar un poco de distancia y revisar y analizar con tranquilidad todo lo acontecido. Han pronosticado lluvias para este fin de semana, excusa perfecta para tomarme un respiro y empezar a preparar esta crónica que durará varios días. Tengo mucho material por revisar, han sido 27 días de viaje, 12.809 kms realizados, más de 3000 fotos en el ordenador y unos 40 videos filmados desde una Gopro, faceta en la que me he estrenado en este viaje.




El viaje se empieza a gestar ya desde principios de año. Después de haber recorrido Alpes y algunos países europeos en el 2010, este 2011 comenzó también con indicios que sería una temporada en la que poco me bajaría de la moto, superando con creces los kilómetros realizados en el pasado. En enero se abre la veda asistiendo a la 30ª edición de Pingüinos. Posteriormente, en febrero y marzo, aparte de varias salidas de fin de semana con mis compañeros de korbera, y aprovechando días festivos me organicé unas rutas por el norte, Pirineos y País Vasco. Mi BMW R1150RT va como la seda, no me da problemas, ya tiene 115.000 kms pero la noto muy fina de motor.

Peeeeeeero…. da la casualidad que en Pingüinos tuve la ocasión de probar la nueva R1200RT, ufff, que diferencia, que suavidad, que entrega más suave de potencia, es otro mundo, me hace bailar la cabeza. Y por otra parte también tuve la ocasión de probar una Harley Electra Glide del último modelo, con el nuevo chasis, un mundo en el que nunca me había planteado entrar pero que al sentarme en ella y rodar un poco, me tiró por tierra tantos y tantos tópicos oídos durante tiempo sobre este tipo de motos. Me empiezo a calentar y se me abre un dilema sobre si sustituir la BMW o adquirir la Harley y compartir las dos, teniendo en cuenta que lo que puedo sacar por la BMW actual tampoco será demasiado. Pasan los días y al final la decisión se decanta por la Harley, pensando que las sensaciones que me puede dar serán totalmente diferentes a la BMW, y de esta manera podré optar en cada momento por lo que más me apetezca.

A principios de abril coincidiendo con el gran premio de Jerez, me desplazo al concesionario Harley de Cádiz donde había encontrado por internet lo que buscaba, una Harley Electra Ultra Limited del 2010 con 2.700 kms, casi nueva. La transacción ya estaba cerrada y me voy con ella puesta. Ya en el viaje de vuelta a Barcelona le empiezo a coger el gusto y la sensación es que voy a hacer muchos kilómetros y viajes con ella. Me empieza a surgir la idea de Cabo Norte y de que sería una buena manera de estrenarla en viajes de larga distancia.




En Semana Santa me planifiqué una ruta por los Picos de Europa, para probar como se desenvolvía la Harley en este tipo de rutas por carreteras de montaña, curvas cerradas, etc. El test es pasado sin problemas y con garantías de poder realizar cualquier ruta en el futuro que me plantee. En ese momento la idea de realizar Cabo Norte toma cuerpo, y la idea de dejar la BMW en el banquillo para este verano y utilizar la Harley es la que prevalece. Está claro, de todas formas, que no voy a dejar de usar la RT para otro tipo de rutas o eventos que puedan surgir.

En fin, vamos al tema sin más dilación. Cuando empiezo a planificar el viaje, rutas, tiempos, presupuestos y demás y comentándolo con amigos con los que he viajado en el pasado, me voy dando cuenta de que es un viaje, que por sus particularidades, va a ser difícil encontrar compañeros de ruta. Al principio parece que el viaje lo vamos a realizar dos personas, pero al final, por causas diversas, la ruta la voy a acabar haciendo en solitario. Hace muchos años que no viajo en solitario, pero la idea también me atrae, y más después de haber leído diversas crónicas de compañeros que la han realizado en el pasado y a los que tan buenas sensaciones les dejó la aventura.

La crónica está estructurada en cuatro partes:

1ª.-La subida hasta Nordkapp
2ª.-Parte norte de Noruega y las Lofoten hasta cruzar la línea del círculo polar ártico
3ª.-Fiordos y parte sur de Noruega 
4ª.-La vuelta hasta casa.

Empieza la conquista de los 71 grados de latitud norte



PARTE 1ª. LA SUBIDA HASTA NORDKAPP.

ETAPA 1. 31 julio. Barcelona(41°)-Annecy(45°). 738 kms

6h30m de la mañana. Suena el despertador, las maletas están hechas, sólo hace falta una ducha, afeitarse, vestirse de romano y emprender la marcha. En las últimas horas he recibido mensajes de ánimo y sms de mis amigos que me reconfortan. Los nervios de todas maneras están a flor de piel. El tiempo es inmejorable, sol y temperaturas moderadas que me ayudarán a pasar mejor las primeras horas.

Por la cabeza me pasan mil sensaciones, ilusión por emprender esta aventura, los nervios típicos de saber cómo transcurrirá todo, el deseo de que no aparezcan averías o accidentes que puedan llevar al traste el viaje, un cúmulo de pensamientos de pensar que estoy loco por embarcarme en esta historia en solitario, en fin supongo que lo normal en un viaje de estas características, jaja, pero ya una vez cubiertos los primeros 200 kms y pasada la frontera todo va desapareciendo paulatinamente y se va transformando en un deseo de disfrutar cada momento del viaje, esté donde esté, y siempre con actitud positiva ante cualquier imprevisto que pueda surgir.

Primera parada para desayunar, en el mismo sitio en el que paramos en el viaje del año pasado a los Alpes en el que todo salió a la perfección. Repetir rutinas para ir metiéndose en harina. El Fénix vuelve a volar.




El día transcurre con normalidad. Es cuestión de ir pasando las primeras etapas de autopista para ir subiendo lo más rápido posible a zonas nórdicas. Sobre las cinco de la tarde llego a Annecy, primera parada prevista. En la recepción me encuentro con los primeros españoles (cosa que me ha pasado en casi todos los lugares en los que he estado, ¿Estamos en crisis?, pues hay mucho español viajando por ahí!!). Ducha rápida y a visitar la ciudad. Empiezo a disfrutar con sus numerosos canales (por algo la llaman la pequeña Venecia de Francia) y lo bien cuidados y ornamentados que los tienen.






Un paseo por sus angostas calles de la parte antigua, de rasgos medievales, que me llevan hasta el lago




Son las siete y media. Para ir cogiendo el “timing” de los horarios europeos me siento a cenar en una terraza justo al lado del Palais de l’Ile. Una zona muy concurrida y en pleno auge en las fechas en las que nos encontramos.




De vuelta al hotel un último paseo tranquilo relajándome con la paz que me trasmite la ciudad.



y por la belleza que te puedes encontrar en cualquier rincón escondido




ETAPA 2. 1 agosto. Annecy(45°)-Heidelberg(49°). 530 kms


Un nuevo día soleado amanece. Hoy la ruta es más corta que el día anterior. Sigo por autovías y autopistas con la única intención de ir ganando grados de latitud norte que me vayan acercando a mi objetivo.


Aquí me tenéis en un descanso en una de las numerosas áreas que hay en las autopistas alemanas y muy bien equipadas, con lavabos, zonas de duchas, etc.



Antes de las cuatro de la tarde ya estoy en Heidelberg. Se nota que con el buen tiempo la gente aprovecha para tomar el sol en cualquier lugar. Aquí una instantánea desde la habitación del hotel viendo a la gente relajándose a orillas del rio Neckar.





Dejo las cosas tranquilamente, me cambio y salgo a visitar la ciudad. La verdad es que me gusta mucho ir en moto, pero también me encanta hacer de turista, paseando, para descubrir y conocer nuevos lugares. Es una de las razones por las que intento no hacer etapas de mucho kilometraje que me impidan disfrutar y ver mínimamente los lugares por donde voy pasando. Aquí la calle principal de la ciudad, Hauptstrasse, donde se encuentran la mayor parte de los comercios y zonas lúdicas, y al fondo la histórica plaza del mercado, Marktplatz, donde hay numerosos lugares para tomar una buena cerveza y comer (¡¡¡creo que ya sé dónde voy a cenar más tarde!!!).


Aprovecho que voy sobrado de tiempo y me dirijo a ver el Castillo de Heidelberg, considerado la ruina más famosa de Alemania. Se puede subir con un pequeño tren cremallera, pero el tener que esperar más de media hora para el siguiente y las indicaciones de la amable dispensadora de tickets que me aconseja hacer el trayecto a pie, a través de un camino con 314 escalones, numerados, hacen que me decante por esta opción.  La verdad que en media hora estoy arriba, ha valido la pena, la zona es espectacular, jardines para relajarse y las vistas de la ciudad inmejorables.






Incluso puedo disfrutar de una bella puesta de sol con el puente antiguo, Alte Brucke, en el centro de la imagen.




Y como lo prometido es deuda, pues para abajo, y a buscar una terracita en la Marktplatz, donde tomar una buena cervecita y algo para cenar.


Después de cenar, un paseo por el lado del rio, hace muy buena temperatura, una parada, una foto al viejo puente y a descansar al hotel que aún quedan muchas jornadas y kilómetros por delante.


ETAPA 3. 2 agosto. Heidelberg(49°)-Lubeck(53°). 632 kms

Tercer día de viaje. Todo marcha según lo previsto. El tiempo sigue siendo soleado, algo caluroso aún. Etapas de conducción aburridas, autovías y autopistas, salvo cuando te pasa algún Porsche o Mercedes a 200 por hora. Esto de no tener límite de velocidad en algunos tramos lo aprovechan de maravilla con sus bólidos. En algunos tramos iba a 140 km/h por el primer carril y era de los más lentos.  A las 16:00h ya estoy en Lubeck. Como el tiempo aún es caluroso aprovecho para pegarme un baño en la piscina del hotel que me deja como nuevo. La duchita de rigor, ropa cómoda y a pasear. Interesante el casco antiguo, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, con sus construcciones góticas en ladrillo. En primera instancia la Puerta Holsten de Lubeck y del centro medieval. Los habitantes de la ciudad se reconocen a si mismos como la Puerta del Norte de Europa, señal que ya me voy acercando a la zona que suscita mi interés en este viaje.




Interesante el Museo de los Títeres “Figuren Theather” que cuenta con más de mil ejemplares de diversos continentes y diferentes antigüedades.



Y el paseo junto al rio Trave, donde está la zona lúdica y de restauración, que tiene una belleza especial.







Una cena ligera junto al rio y la jornada terminará con un Gin Tonic en el Chill Out del Hotel, música new age de fondo y la vista perdida en el horizonte viendo como el día va apagándose lentamente.





ETAPA 4. 3 agosto. Lubeck(53°)-Copenhague(55°). 469 kms

Hoy es el día en que dejo atrás el euro como moneda oficial y me adentro en los países nórdicos. Ahora sí que esto empieza a volverse interesante. Aún me queda más de la mitad del recorrido para coronar, pero el ser zonas desconocidas por mí, hace que mis sentidos se pongan totalmente alerta para no perderme ni un minuto de lo que vaya sucediendo y conociendo.


La ruta transcurre con normalidad. Ya en Dinamarca, a la altura de Nyborg, cruzo el primer mega puente construido sobre el mar (pasarlo cuesta alrededor de 15 €), antesala del “Puente de Malmö” que cruzaré al día siguiente. Llego a Copenhague a primera hora de la tarde. Me apetece mucho conocer esta ciudad ya que siempre he leído cosas interesantes sobre ella. Manos a la obra, cambio la vestimenta motera por la ropa de turista y empiezo la ruta pedestre.
Bordeando el canal, por el paseo marítimo, el caminar se hace muy agradable.



El edifico de la Opera, en el otro lado del paseo, en la isla de Holmen, con una construcción un tanto singular, teniendo en cuenta el lugar donde se encuentra.




Sigue el paseo en busca de la famosa Sirenita que encontraré más tarde, mientras tanto me sorprende encontrarme con uno de los yates más grandes del mundo, de casi 100 metros de eslora, propiedad de un multimillonario alemán, del cual no pongo foto porque no me cabía ni en el encuadre, jeje, aparte de tampoco generarme más interés. Lo que si me genera interés es una fiesta típicamente danesa a bordo de un barco más pequeñito.



Y también la manera en que disfrutan del sol, recostados en tumbonas y disfrutando de un refresco, lugar donde han acudido como no, en bicicleta. Por cierto, hablando de bicicletas, que ya me olvidaba, horas antes cuando entraba en la ciudad, buscando una gasolinera para repostar estuve a punto de comerme a un ciclista, al cruzar sin mirar un carril especial del que disfrutan, y del que ni me había percatado. Y es que aunque tengas el semáforo en verde a la hora de girar a la derecha has de tener sumo cuidado en que no te embistan las bicicletas que por supuesto tienen preferencia. El tío se acordó de toda mi familia, pero bueno, tampoco le entendí porque hablaba en danés, jeje,  y aparte le pedí disculpas por mi torpeza.


Y al final fui a dar con la famosa Sirenita"The Little Mermaid", escultura que se instaló en este lugar en 1913, inspirada en el cuento de hadas con el mismo nombre de Hans Christian Andersen.  Bastante concurrida y donde me encontré con una simpática pareja de catalanes, que fueron esta vez los encargados, cuando me tocó el turno,  de inmortalizarme en dicho lugar, no sin antes pegar un resbalón en las rocas mojadas, que estuvieron a punto de hacerme probar  las aguas del Mar Báltico, seguido de un uuuyyyyyy!! generalizado de la gente que estaba en el lugar.


Una vez hechas las oportunas fotos, retrocedo sobre mis pasos, para dirigirme a la zona del Nyhavn, con sus canales, y conocida por sus bares y restaurantes. La verdad que estaba a rebosar de gente, ya que el tiempo acompañaba. Una cervecita fresquita y a disfrutar del ambiente.


Estuve un buen rato por la zona, hasta que empezó a caer el día, y pude disfrutar de una visión un tanto distinta de la zona.


El día terminó con una merecida cena en el puerto, en el restaurante Salt, junto al hotel, en una noche plácida, con un menú degustación de productos locales.


ETAPA 5. 4 agosto. Copenhague(55°)-Estocolmo(59°). 656 kms

Hoy toca levantarse temprano ya que tengo una tirada importante de kilómetros por delante. Salgo desde la capital danesa y me dirijo a la capital sueca. Nada más salir lo primero que me voy a encontrar es con el famoso Puente de Malmö, “Oresundsbron”, unos ocho kilómetros volando literalmente sobre el mar, 82.000 toneladas de peso, en una obra de ingeniería faraónica que en su momento significó la unión entre los países del norte Europa con el resto del continente. Cruzarlo cuesta unos 22 € aproximadamente. Para mí significa la puerta de salida, como aquel que deja atrás su tierra en busca de otros lugares. En otros viajes esta sensación la tenía al cruzar la frontera española, pero esta vez la sensación de estar ya lejos de casa me la produce el cruzar este puente.



El día transcurre plácidamente, con el predominio del buen tiempo como venía siendo habitual hasta el momento. A las cuatro tocadas llego al punto de destino. Un hotel céntrico que me permita desplazarme a pie para ir a visitar la ciudad. Para quién no conozca el centro de Estocolmo, pues es lo más parecido a un scalextric, túneles, pasos elevados, como te despistes, la vuelta para retroceder sobre tus pasos puede ser de órdago. Llego con la ayuda del GPS, no sin antes haber dado un par de vueltas ya que me hace pasar por calles cortadas y tengo que parar y recomponer el mapa en mi cabeza para orientarme y conseguir llegar a destino.


Una vez en el hotel viene el segundo capítulo con el parking. Le digo a la recepcionista que necesito guardar mi moto en él y me dice que me espere un minuto, que vendrá un empleado a indicarme, que no es un parking al uso, sino una especie de almacén, el cual tienen que bajar a abrir cada vez que alguien entra o sale. Viene el chico, (un Pau Gasol en potencia porque medía casi dos metros, cosa con la que hacemos broma), le indico donde tengo la moto y me pone una cara rara, ¿?, me dice que el parking está en la parte posterior de hotel, pero que estoy orientado al revés. Me empieza a indicar sobre un mapa la ruta que tengo que hacer para llegar, (¡¡¡¡a supuestamente 50 mts de donde estamos!!!!), que si cruza dos calles, que si la primera a la derecha, que si tuerce después del semáforo, etc…., el tío se lía, me dice que hasta para él, que vive allí, es complicado explicarme lo que debo hacer!?. Vamos a ser prácticos, jeje. Le digo que vaya él a abrirme la puerta que yo ya llegaré. Una vez se ha largado echo un vistazo al tema y me doy cuenta que si me meto en una zona de taxis al lado de la estación puedo hacer un cambio de sentido cruzando entre dos tranvías y me ahorro todo el pastel. Si me dicen algo, pues que soy de fuera y que me he perdido, jaja. Dicho y hecho, lo hago y llego al parking en un minuto, con la cara estupefacta del chico que me dice que como he llegado tan rápido. Una sonrisa y sobran las respuestas, dejo por fin la moto y me subo a la habitación a por mi merecida ducha.


La tarde transcurre con un paseo por el Old Town, situado en una pequeña isla en el centro de Estocolmo, que es una de las zonas con más actividad comercial y lúdica.





Y una vista del atardecer con el Ayuntamiento de testigo mudo.



Final del día, una cena ligera y un mojito en el Sky Bar del hotel desde donde hay unas magníficas vistas de la ciudad, en tono de despedida de las grandes urbes por el momento, ya que a partir del día siguiente y durante bastantes más, los puntos de paso y parada serán zonas mucho menos pobladas, cosa que también me apetece, para dejar un poco el bullicio habitual y poder así disfrutar de ambientes más relajados.

ETAPA 6. 5 agosto. Estocolmo(59°)-Sundsvall(62°). 377 kms

Después de cinco días de viaje, en el sexto tenía prevista una ruta muy tranquila. Aproveché para descansar un poco más y me levanté a las 8h30m. Desayuno copioso, como cada día, y a buscar la moto. Cargo las maletas y salgo un poco precipitado del parking, debido a lo comentado el día anterior. Una vez en la calle, paro la moto, me quito casco y guantes, montó GPS, y me preparo para la ruta. Primer incidente (de los tres que tuve en todo el viaje, aunque todos fueron leves y me permitieron continuar el viaje sin problemas), lo típico que nos pasa muchas veces y no por eso dejará de pasarnos. El casco encima del asiento, la moto inclinada, abro la maleta trasera para coger algo y el casco se va al suelo. Maldita sea!!! No se abre, el modular se ha quedado trabado y no abre la mentonera, he pasado de un casco modular a uno integral, suerte que la visera no se ha roto. Le echo un vistazo e intento arreglarlo, pero me da mala espina, se ha roto el enganche y pienso que igual aún la lio más y me quedo sin casco y decido no tocarlo, pensando que como está cerrado y me lo puedo poner sin problemas, pues tampoco pasa nada, además me dirijo a zonas más frescas donde no voy a tener problemas en este sentido. Al final aguantó todo el viaje perfectamente.

Salgo del enjambre del centro de Estocolmo y enfilo hacia el norte. En este día supero los 60 grados de latitud, ya he cubierto 2/3 partes de la ruta de subida. La mañana transcurre sin más siguiendo la carretera que bordea el Mar Báltico y el Golfo de Botnia.



A las tres de la tarde ya estoy en Sundsvall, ciudad más pequeña, de unos 50.000 habitantes, sin nada reseñable, que me permitirá tomarme la tarde de forma relajada. De entrada un paseo por el centro de la ciudad.



Donde me encuentro una serie de dragones decorados cada uno por diferentes artistas del país, y es que el dragón es el símbolo de esta ciudad.


Y la iglesia de Gustav Adolfs, que por lo pequeña que es la ciudad, tiene unas dimensiones considerables.


Un paseo por el borde del rio Ljungan, una parada para tomar un refresco y de camino a descansar que en la próxima jornada me espera la ruta más larga de las que tengo previstas con casi 800 kms por delante.












ETAPA 7. 6 agosto. Sundsvall(62°)-Rovaniemi(66°). 774 kms

Este sería un día duro. Tenía por delante una ruta larga y encima amanecía lloviendo. Primer día en que me encontraba con mal tiempo. No serían muchos a lo largo de todo el viaje (tres/cuatro a lo sumo), pero la insistencia de la lluvia me llegó a agotar. Empezó el día con lloviznas, parecía que no iría a más, pero a medida que iba hacia el norte, más fuerte llovía. Traje de lluvia (totalmente imprescindible cuando viajas por estas latitudes) y los primeros cuatrocientos kilómetros aguantando el chaparrón. En un momento dado la moto me hizo un “aquaplaning” que estuvo a punto de costarme el acabar por anticipado el viaje. Iba demasiado deprisa, con las ganas de salir de la tormenta, y tuve que relajarme y tranquilizarme e intentar disfrutar de la conducción bajo la lluvia de la mejor manera, a velocidades menores. De todas formas la moto se comportó de una manera excelente en estas condiciones y no tuve más sustos.

Pasadas las 12 del mediodía, después de casi cinco horas de agua de manera ininterrumpida, empiezo a ver claros en el cielo y el astro rey saca su cabeza y viene a saludarme. Que gustazo!!! Y es que a los latinos el sol nos carga las pilas y nos hace subir nuestro estado de ánimo.


Y el cielo entrecortado, con nubes y sol, me regala unos paisajes maravillosos con sus reflejos sobre el mar.




Después de un largo día, me toca cambiar de país, dejo atrás Suecia y entro en Finlandia, aunque será sólo por un día, de camino a la parte norte de Noruega. Llego sobre las cinco de la tarde a Rovaniemi, antigua capital de Laponia hasta hace muy poco, y situada a menos de diez kilómetros del Círculo Polar Ártico, donde se encuentra el poblado de Santa Claus y la residencia oficial de Papa Noel. Aprovecho el resto de la tarde para conocer un poco la ciudad y dejo para el día siguiente la visita al “Santa Claus Village” y al “Napapijri”





ETAPA 8. 7 agosto. Rovaniemi(66°)-Alta(69°). 516 kms

El despertador suena temprano. Va a ser una jornada completa en todos los sentidos. Antes de emprender ruta hacia Alta, tengo pendientes varias cosas por hacer. A primera hora me dirijo al museo Arktikum, en el que puedo ver varias exposiciones sobre la cultura sami y Laponia y también sobre el Ártico, aparte de ver el túnel de cristal que llega hasta el rio Ounasjoki. Recomendable dedicar un tiempo para visitar este lugar, incluso hay un espacio/habitación donde te puedes tumbar literalmente en el suelo en unos colchones y te recrean la formación de las míticas auroras boreales, que se forman en los meses de invierno en el lugar.





Después de recrearme en este lugar, cojo la moto para hacer los diez kilómetros que me separan del Círculo Polar y de Santa Claus. El día es completamente soleado, con lo que podré disfrutar doblemente de la visita. El lugar está completamente dedicado al turista, lleno de tiendas de “souvenirs” y demás. Lo primero, las fotos de rigor junto a la citada línea a partir de la cual el sol no se pone al menos un día al año, y donde hay una especie de escultura que marca la distancia que nos separa de las principales capitales europeas.




Y aquí está la casa de Papa Noel, donde se le puede visitar y hablar con él, de forma totalmente gratuita. Lo que no se puede es hacer fotos, te las hacen ellos, y luego las adquieres si quieres, incluso el video de la visita que también te venden, todo por el módico precio de 48 €!!!. Pues bueno, yo entré a saludar y conocer a tan insigne personaje, a visitar el lugar y a hacerme las fotos de rigor.





Cumplida con creces la visita al lugar, me vuelvo al hotel donde aún tengo que cargar maletas y cambiarme de ropa para emprender ruta. Quinientos kilómetros para plantarme en Alta, última parada antes del día “D” tan esperado. La ruta es muy tranquila, muy poco tráfico, carreteras casi desiertas, un paisaje bastante homogéneo, me embarga una paz interior al sentirme próximo a mi objetivo, lo tengo a tiro de piedra después de haber recorrido más de 4.500 kms. La temperatura no supera los diez grados, el sol luce, voy bien equipado, lo que hace que la conducción sea muy placentera. El día va transcurriendo con total normalidad.





A media mañana toca parar en una gasolinera de las que hay por la zona, totalmente automáticas, que funcionan con las tarjetas con chip, sin ningún personal, ya que voy corto de combustible. Pruebo una tarjeta, no me la admite, pruebo con la segunda, tampoco, pruebo con las de débito y nada de nada. Me mosquea y no puedo poner combustible. Busco con el GPS la gasolinera más cercana y me dirijo a ella. Es de otra compañía, pienso que en esta no tendré problemas. Paro, pruebo y el mismo problema, no me admite ni las tarjetas de crédito ni las de débito y tampoco hay la opción del efectivo. Me empiezo a calentar pensando a ver si se me han desprogramado las bandas magnéticas al pasar por algún sitio, lo que me pondría en un aprieto. Me queda gasolina para 40 kilómetros. Sigo ruta con una intranquilidad emergente y justo antes de cruzar la frontera con Noruega encuentro una gasolinera en la que hay personal, ufff, salvado, lleno el depósito y pago en efectivo, pero sigue mi mosqueo con las tarjetas. Pregunto a la señora y me dice que al ser domingo hay muchas compañías de la zona que no admiten las tarjetas extranjeras por el fraude que existe. Pues vaya tela, suerte que llevo efectivo, sino me quedo colgado. Por si acaso, al llegar a Alta, vuelvo a parar a poner gasolina y todo vuelve a funcionar con normalidad. Tema resuelto.



Me dirijo al lugar que tengo reservado para pasar la noche. Un hotel/residencia, justo delante del fiordo, el Altafjord, con unas vistas impresionantes y una terraza desde donde ya se puede ver perfectamente el sol de medianoche.


Aún es temprano, son las cinco de la tarde y en la agenda del día tengo marcada la visita al Museo de Alta, clasificado como “Patrimonio de la Humanidad por la Unesco”, donde se pueden ver las pinturas rupestres de Hjemmeluft, el mayor yacimiento de pinturas prehistóricas del norte de Europa, con antigüedades entre 2.000 y 6.000 años.






La tarde es esplendida. Se nota que estoy muy arriba porque el sol baja con mucha lentitud. En esta latitud en estas fechas sólo hay dos horas en las que no hay luz solar directa. El paseo por el recorrido exterior del museo me ofrece momentos de extrema belleza.




Y momentos de paz en los que el tiempo parece haberse parado. Me tomo mi tiempo para degustar cada minuto y liberar mi mente por completo.



El día va llegando a su fin. Ha sido una jornada bien aprovechada, y la antesala del momento cumbre del viaje. Estoy a poco más de 200 kms de Nordkapp. Las emociones van en aumento. Toca descansar y prepararse para mañana.



ETAPA 9. 8 agosto. Alta(69°)-NORDKAPP(71°). 236 kms

Ocho de la mañana. Un desayuno en la terraza del hotel con vistas al fiordo para empezar a entrar en calor. El día es claro y apacible. Tengo suerte, podré conocer Cabo Norte con sol y buen tiempo. Era una de mis inquietudes al principio del viaje y al final los astros se han alineado para abrirme ese hueco en el cielo y ponerme una alfombra de seda para cumplir mi sueño.

Antes de nada, como tengo tiempo, me dedico a limpiar la moto de mosquitos y demás suciedades. Tiene que estar presentable cuando llegue a destino. La dejo impecable, los cromados brillan más que nunca, como preparados para recibir la luz del sol en la parte más septentrional del continente.

Todo está perfecto, ni en mis mejores sueños habría pensado tener un día así. A las 9h30m estoy encima de la moto. Tengo por delante unas dos horas para llegar a Honningsvag, donde tengo reservado el alojamiento para la noche, ciudad que está a unos 30 kms de Cabo Norte. Los primeros kilómetros, saliendo de Alta transcurren por unas carreteras muy bien asfaltadas y divertidas con curvas enlazadas que me hacen disfrutar un buen rato. Después la carretera se torna más uniforme, con rectas muy largas hasta que llego a la zona en que empezaré a bordear el fiordo. La mezcla del mar por un lado y la tundra por el otro hacen que no sepa dónde dirigir la vista ya que todo es digno de no perdérselo ni un instante.






Son las doce de la mañana, estoy a pocos kilómetros de Honningsvag, tengo que pasar por el túnel que enlaza con la isla de Mageroya, el cual pasa literalmente por debajo del mar. Cruzarlo me cuesta unos nueve euros de peaje. Tiene una longitud de unos siete kilómetros y está hecho en forma de “V” para salvar el desnivel. La sensación de sentir que estás pasando por debajo de un océano es un poco escalofriante. Y además la iluminación no es la más adecuada, al igual que pasa con la mayoría de los túneles de Noruega, donde te las ves y te las deseas a veces para ver algo.

Una vez superado el túnel ya estoy en el lugar de destino. Me dirijo al hotel donde he de pasar la noche, a dejar todos mis enseres y prepararme para el gran momento. Mi nerviosismo va en aumento, noto que mis pulsaciones están un poco aceleradas.

Moto descargada y lista. Han sido casi 5.000 kms para llegar donde estoy y sólo me faltan 35 kms para llegar a destino. Cámara de fotos preparada. Voy a grabar también en video, con la Gopro,  la subida final. Empieza la cuenta atrás.

La temperatura es de unos 7 grados, aunque no tengo nada de frio. La vegetación es totalmente escasa. Es la situación natural de la tundra, que debido al frio glaciar y con el subsuelo helado sólo permite la formación de musgos y líquenes que dan un poco de color al paisaje.





20 kms, ……., 15 kms, ……, giro a la izquierda para tomar el tramo final, 10 kms, ……, voy disfrutando cada momento. Por mi mente pasan muchas cosas, estoy realmente emocionado, me acuerdo de la primera vez que monté en moto con 16 añitos, con una Yamaha que me compró mi padre con tanto esfuerzo, porque él también era motero, y siempre me recordaba lo libres y afortunados que nos sentimos cuando estamos encima de una moto. Y yo me siento muy afortunado de haber podido cumplir este sueño. 5 kms, 4…., 3……, 2….., voy dando gritos de algarabía dentro del casco, 1….., veo al fondo la barrera de entrada al recinto,….. y a mi derecha el cartel que me indica que ya he llegado: NORDKAPP




Una paz interior recorre mi cuerpo. Moto parada, silencio, el momento vale la pena disfrutarlo. Detrás de mí para otro motero eslovaco, con el que nos hacemos las fotos mutuamente, y también un ciclista que viene desde Helsinki (1.500 kms, uff, eso sí es un reto). Me decido a entrar en el recinto, la entrada vale 30 €, y te vale para dos días, con lo que no tendría que volver a pagar más tarde cuando regresara para observar el sol de medianoche. Aparco la moto, me encuentro con dos compañeros moteros de Sevilla que ya han cumplido con el ritual y emprenden el camino de regreso. Y me voy a visitar tranquilamente la zona y a ver la famosa bola del mundo objeto de cientos, de miles de fotos de turistas llegados al lugar.




Después de haber hecho todas las fotos posibles, es hora de reponer fuerzas, una comida ligera en el restaurante del complejo y me vuelvo al hotel, donde celebro con una merecida siesta la consecución de mi objetivo.

Un par de horas de descanso son suficientes. Me desperezo y me preparo para el segundo asalto. Aún me queda la vuelta al recinto para observar la puesta de sol. Pero antes la visita obligada al Ártico Ice Bar, un bar hecho completamente de hielo, regentado por unos españoles, a los cuales había visto en su momento en el programa “Españoles por el mundo”, gente muy agradable y el local de impresión.




Llega el momento de volver al Cabo, el sol sigue luciendo, vamos a ver si es posible ver la puesta en condiciones. En estas fechas el sol se pone a las 23:30h y sale a las 01:00h, con lo que en ningún momento se hace de noche porque, aún a las doce, la luz que hay en el cielo es como la que puede haber en nuestro país a las 20:00h en verano.

Son las ocho y media de la tarde cuando tomo esta instantánea en la carretera de subida.



Ya dentro del recinto, noto que hay mucha más gente que por la mañana y un montón de autobuses que suben a la gente por la noche a observar el famoso sol. El lugar tiene hora de apertura hasta las 01:00h de la madrugada par que todo el mundo pueda disfrutar convenientemente del lugar.

Yo me lo tomo con calma y a medida que el sol va bajando voy tomando algunas fotos. Estas fueron tomadas minutos antes de las diez de la noche.






Algunas nubes van invadiendo el cielo y se acumulan en el horizonte, algo que suele ser bastante habitual. No veré una puesta al uso, pero las tomas que puedo captar me recompensan holgadamente y las imágenes quedarán grabadas para siempre en mis retinas.







Son las once de la noche, el sol ya casi se ha escondido, la temperatura ronda los 0 grados, ya no será posible ver nada más. Me quedo hasta las doce de la noche y la luz sigue siendo espectacular, se podría conducir perfectamente sin encender las luces. Llega el momento de partir, me resisto, quizás pasen muchos años para que vuelva a disfrutar de ese lugar, o quién sabe si volveré alguna otra vez. Mi vista no deja de mirar para todos los lados, quiero grabar completamente cada rincón. Una última mirada desde la distancia……….Adiós Nordkapp, fue un auténtico placer……………………..



PARTE 2ª. NORTE DE NORUEGA Y LAS LOFOTEN.

ETAPA 10. 9 agosto. Nordkapp(71°)-Tromso(69°). 516 kms

El día después. Quizás se podría pensar que después de haber coronado en Cabo Norte, el viaje iría a menos, pero ahora venía lo bueno, me esperaban muchas más emociones, Noruega de norte a sur, las Lofoten, safari de ballenas, los fiordos, Geiranger, Bergen, el Preikestolen, …..

El día amanece soleado y tranquilo.




Enfilo dirección sur, por la misma carretera del día anterior. Me voy cruzando con varios moteros que deben estar sintiendo las mismas sensaciones que yo había tenido hacía pocas horas. Ellos estaban a punto de cumplir su sueño, yo ya buscaba nuevos destinos.






Era habitual por la zona encontrar a los renos campando a sus anchas, pero puedes pasar despacio por su lado sin problemas porque no se asustan fácilmente, y tampoco hacen movimientos bruscos.





En principio tenía la idea de parar y hacer noche en el fiordo de Sorkjosen, para llegar el día siguiente a Tromso, pero a mediodía al ver que iba muy bien de tiempo, me paré en un café de carretera y deshice las reservas que tenía y decidí seguir hasta Tromso, donde pasaría el día siguiente entero, siendo a la postre el primer día de descanso de moto, después de once días.



La carretera E6 que bordea los fiordos de la parte norte de Noruega, me va ofreciendo imágenes espectaculares.






La mezcla del sol con las nubes entrecortadas hace que mires donde mires encuentres una foto de postal. Si aquí ya me estoy quedando prendado, cuando llegue a las Lofoten, que gozan de más renombre, como será!?. Voy haciendo camino tranquilamente. Es una ruta para tomársela con calma, aquí no vale retorcer el gas para ir más deprisa, sería un delito no prestar atención a lo que ofrece la naturaleza y centrarse sólo en la carretera.






Sobre las seis y media de la tarde llego a Tromso, el cielo se ha vuelto negro y parece que va a caer la del pulpo. Al final mucho ruido y pocas nueces. Hago los últimos kilómetros hasta el destino previsto y guardo la moto en un parking natural que tienen habilitado en unos túneles de la ciudad. Una cena rápida, un paseo para tomar el pulso a la ciudad y a descansar. Ha sido un día que se podría etiquetar como de transición después del orgasmo de emociones del día anterior, pero la verdad es que para nada, la zona recorrida es una zona a perderse. El circular bordeando los fiordos, por carreteras poco transitadas, hace realmente especial y gratificante esta ruta.




ETAPA 11. 10 agosto. Tromso(69°) 1er día de descanso. 0 kms



Día de descanso de moto. Esto parece el Tour de Francia, jeje. Bueno, descanso entre comillas, porque tengo la agenda repleta para el día de hoy. Subir con el “Cable Car” al monte Storsteinen desde donde se tienen unas magníficas vistas de la ciudad, el Museo Polar, la Catedral Ártica, la calle Prestengata, …..



El día esta nublado, no hace frio, pero amenaza con lloviznas finas. Lo primero que hago es coger el autobús que me dejará al pié del funicular para subir al citado monte. De momento la visibilidad es buena con lo que podré disfrutar del paisaje. En primera instancia el famoso Puente de Tromso que une a esta ciudad con el continente.





Las vistas desde arriba son perfectas, quizás con sol lucirían de otra manera, pero esta luz tan típica del verano de Tromso le da un realce especial a la ciudad, creando un ambiente típicamente pesquero con las gaviotas revoloteando sin parar por el puerto.




La vista de la Catedral Ártica con forma de cabaña blanca construida en 1965, con un interior con múltiples cristaleras multicolores.





La calle Prestengata, en una zona peatonal, con unas casas de madera de varios colores muy pintorescas.





Y la biblioteca, poco común al uso, desde su construcción a sus espacios abiertos y diáfanos en el interior, zona infantil, exposiciones, cafetería, internet y explicaciones en varios idiomas para los turistas.





Toca visitar los dos museos recomendados, el Museo Polar (6 € la entrada), muy completo, con recuerdos de expediciones a los polos de exploradores como Amundsen, cuya estatua se encuentra en el puerto, y el Museo del Ártico (13 € la entrada), también llamado Polaria, de construcción muy vanguardista, donde hay un acuario con focas marinas y diversos animales y vegetación de estos ambientes tan gélidos.




Y una pequeña foquita, la cual tuve a menos de un metro, pero que me parece que estaba un poco asustada de tener un energúmeno haciéndole fotos y espantándola con el flash. Menos mal que no vino la madre en su busca, porque entonces el espantado hubiese sido yo, jaja.



A todo esto ya se han hecho las seis de la tarde, me ha dado tiempo de pasear por el centro de la ciudad, de comprar los recuerdos correspondientes, y antes de encaminarme a la merecida cena, me doy un paseo por el puerto, el cual a estas horas tiene un ambiente muy calmo y agradable.




El día termina con una copa en un pub cercano al puerto, de ambiente muy distendido. La conclusión es que es una ciudad que merece la pena visitar, con actividad suficiente para no aburrirse, siendo sede de la Universidad situada más al norte de Europa, y beneficiándose de su ambiente juvenil. Es punto de partida de casi todas las expediciones al Polo Norte y en invierno un buen lugar para divisar las auroras boreales.

ETAPA 12. 11 agosto. Tromso(69°)-Andenes(69°). 318 kms

Después del día de descanso de moto, toca retomar ruta. El día amanece nublado aunque las perspectivas según el servicio meteorológico noruego en internet son que no lloverá o lloverá muy poco. Y la verdad es que durante todo el viaje el porcentaje de acierto fue casi total, una verdadera ayuda que revisaba todas las noches para programar el día siguiente. 

La ruta de hoy es corta, tranquila, bordeando los fiordos del norte para dirigirme a la isla de Senja, desde donde he de coger el primer ferry del viaje que me llevará de Gryllefjord a Andenes. Aunque nublado, puedo disfrutar de los paisajes que me voy encontrando.







La mañana transcurre de forma apacible, y llego a la isla de Senja alrededor del mediodía. Como el ferry no sale hasta las siete de la tarde, tengo todo el día para recorrer la isla. Me desvió de la carretera principal y cojo la que circula por el borde de toda la isla. Un acierto, la carretera es angosta pero espectacular, poco tráfico, casi ninguno, y la belleza de la isla sublime. Pequeños túneles que voy atravesando, algunos sin luz, con el suelo mojado que me hacen bajar la velocidad a menos de 30 km/h y tener los ojos bien abiertos por lo que me pueda encontrar. Es una de las cosas que más me sorprendieron de Noruega, no llegué a comprender lo deficitario del sistema de iluminación que tienen habilitado, y más con la cantidad de pasos subterráneos que hay el país. De todas maneras lo que me iba encontrando al otro lado valía la pena el haber sufrido unos minutos de oscuridad.






Hasta que llego a un pequeño poblado dedicado a los trolls donde se encuentra el de mayor tamaño de todo el mundo,  el Senja Trollet”.





Hasta encuentro alguno que me recuerda a algún amigo motero con los que salgo habitualmente…………….........................


Visitado el poblado sigo bordeando el mar hasta el lugar desde donde he de tomar el ferry, Gryllefjord. Son las cuatro y ya hay gente haciendo cola. Dejo la moto en la parrilla habilitada para embarcar y me voy a comer algo y a pasear un rato para hacer tiempo.




A las siete todos embarcados. El viaje, moto incluida, cuesta 30€, unas pequeñas nubes para amenizar el viaje, que durará una hora y cuarenta minutos y destino Andenes, donde tengo programado el safari de ballenas para el día siguiente.




ETAPA 13. 12 agosto. Andenes(69°)-Safari Ballenas. 0 kms

Hoy es el segundo día de descanso de moto que aprovecharé para embarcarme en un pequeño barquito que me llevará mar adentro, desde donde esperamos divisar las ballenas. Aquí tenemos al barco en cuestión.



El día amanece soleado y tranquilo. Nada hace presagiar lo que acontecerá después. En todos los viajes suele haber un día, un momento malo, donde te acontece algo inesperado y que te hace pasar un mal rato.

Sobre las nueve de la mañana ya estoy en el puerto, donde antes de emprender la marcha, te ofrecen una visita guiada por el museo de las ballenas, donde te explican su historia y evolución. Por cierto la entrada para todo el safari cuesta alrededor de 105 €. Aquí un esqueleto de la cabeza de una ballena de unos 16 mts de longitud.




Después de la visita un pequeño paseo hasta la zona de embarque. Todo sigue en calma. Temperatura agradable (unos 6/8 grados), para estar donde estamos. Parece todo tranquilo................




Y llega el momento. 11.30 horas. Embarcamos, el trayecto dura unas dos horas de ida y unas dos de vuelta, o sea que estaremos un buen rato en alta mar. La recomendación que hacían al reservar el safari era llevar ropa de abrigo para no tener frio. Yo me he puesto el térmico de arriba y de abajo, un cortaviento y una cazadora impermeable. Salimos del puerto y aunque hace sol, el mar empieza a picarse y la temperatura a bajar, no en vano estamos en el Mar de Noruega a puertas del Océano Ártico. Pasa una hora de trayecto y la temperatura ya está por debajo de los cero grados. Somos unas 50 personas a bordo y ya he visto a tres o cuatro pasar por el baño, totalmente mareadas. Yo me empiezo a notar extraño, uy, uy, uy, cuidado. Estamos a punto de llegar a la zona donde está la fosa marina donde habitan las ballenas, encima de la cual salen a la superficie a oxigenarse, que es cuando se las puede ver.


En un momento dado y sin opción a levantarme del banco en el que estaba, el mareo se hace evidente y empiezo a devolver. Me retuerzo por el suelo durante unos segundos y cuando ya no me queda nada más, puedo reclinarme en una silla lateral totalmente blanco. Noto mucho frio en el cuerpo, estoy débil, y necesito entrar en calor de alguna manera. Pido una manta que me rehace unos minutos, los justos porque en esos momentos el capitán del barco grita “ballena a estribor”. Consigo reincorporarme, tapado con la manta, y ver la ballena durante un rato, la veo oxigenarse (momento en el que le hago la foto, aún no sé cómo tuve fuerzas para hacerla) y después la veo cuando se vuelve a sumergir y hace el movimiento típico en el que toda la cola emerge, siendo el momento cumbre. Hemos visto a una ballena, objetivo conseguido. Aquí está el cetáceo en cuestión.



Pero yo cada vez estoy peor, el frio se apodera de mi cuerpo, creo estar en síntomas de hipotermia, no me tengo en pie. Le digo a la guía que me voy dentro a una pequeña sala a entrar en calor, ella me dice que eso es peor, que aún me marearé más, no para de decirme “it’s the worst place, it’s the worst place”, y un cuerno el peor sitio pienso, yo sólo sé que como no entre en calor me caigo en redondo, casi no noto mis piernas.  Aprovecho que se va para otro sitio y me meto en el baño, es un lugar cerrado de un metro de largo por medio de ancho y me encierro allí, al menos no pasa aire, me siento y sigo devolviendo, bueno ya no me queda nada dentro, pero los vaivenes de mi cuerpo me hacen pasar un muy mal rato que tardaré tiempo en olvidar. Total que como el barco ya había emprendido el viaje de vuelta yo me quedé ahí dentro durante casi una hora, reclinado contra la pared, con la cabeza baja, y posición fecal, esperando que la hora que nos quedaba para llegar pasase rápido.

Al notar que el barco va bajando su velocidad y el balanceo mengua, salgo del lavabo y veo el puerto a menos de diez minutos, uffff, por fin. El barco para, devuelvo la manta y me bajo como puedo del barco. Estoy en tierra firme, bien!!!!!. Pero sigo bastante mal. El hotel lo tengo a 500 mts. Me voy directo allí, son las tres de la tarde, me meto en la cama, me tapo hasta las cejas y me quedo allí hasta las siete. Cuando me despierto, ya medio repuesto, me pido algo para comer y un agua con gas que acaba de reanimarme. Ya no voy a salir por la noche. Toca descansar que las jornadas venideras son de moto y vienen las Lofoten, y tengo que estar en plenas facultades cuando llegue allí.

La verdad que en mi vida me había mareado. He hecho otros viajes en barcos mayores y menores y nunca había tenido esa mala experiencia. Luego pensé que el problema fue que no iba suficientemente abrigado y tuve un corte de digestión, lo que me provocó esa bajada de temperatura corporal tan súbita. En fin, el mal día había pasado. Una experiencia más para contar. Aunque preferiría haber hablado sólo de ballenas, pero bueno, es lo que tocó.  De todas maneras sigo recomendando el safari, y si volviese a ir, lo volvería a hacer, es una experiencia única.


ETAPA 14. 13 agosto. Andenes(69°)-Harstad(68°). 292 kms


Dicen que después de la tempestad viene la calma, después de un día un poco aciago por los problemas de salud habidos, la mañana se despertaba perfecta. Un buen desayuno para volver a recargar las defensas mi cuerpo y preparado para la marcha. Son casi las nueve de la mañana, hoy toca visitar la parte situada al norte de las Lofoten. Moto cargada, temperatura alrededor de los diez grados, sol, y paz, mucha paz. Voy saliendo de Andenes poco a poco, un pequeño pueblo de unos 2000 habitantes, pero que parece desierto, todo muy tranquilo. El CD que acabo de poner me regala la canción de Josh Rouse, “Quiet Town”, pienso que nada más apropiado para despedir el lugar.


Y lo que me voy encontrando en los primeros kilómetros me ayuda a cargar el resto de las pilas. Hoy voy a ritmo Harley, la velocidad no supera los 60 km/h, me apetece sentir la brisa en la cara, disfrutar de la moto y del paisaje, volver a encontrar las sensaciones positivas en mi interior.




Una vez dejada atrás la isla de Andoya, antes de enfilar dirección Harstad, al norte de Hinnoya, cojo un puente a la derecha que me sitúa en la isla de Langoya, cortada por multitud de pequeños fiordos. Es una isla con una carretera central y otras dos que bordean los fiordos, una hacia el norte y otra hacia el sur. Como no son muy largas, primero me dirijo hacia el norte. El tiempo acompaña y se convierte en un verdadero placer el circular por estas zonas.




Y después hacia el sur. No son más de 40 kms hasta que se acaba la isla, pero los puentes, el mar y la naturaleza se funden en imágenes de postal.





Una vez llegado al final, media vuelta, paro en una gasolinera a repostar y aprovecho que veo una zona de lavado (Vask, parece que ya he aprendido algo de noruego, jeje) para dar un repaso a la moto que ya necesitaba, y es que los cromados se han de hacer notar, jeje.

Con la moto limpia, voy en busca del puente de salida de la isla para afrontar la segunda parte del trayecto.





Otra vez en la región de Hinnoya, los paisajes siguen sucediéndose. Es uno de los días en los que más me está impresionando todo lo que me voy encontrando. La perfecta antesala a las Lofoten que visitaré al día siguiente.





Y más, y más, y mires donde mires te quedas anonadado, sin palabras, y como el día acompaña pues aún resalta más la belleza. Y el agua está tan calma que se convierte casi en un espejo de la realidad. La carretera que me lleva a Harstad, después de haber pasado por una zona realmente divertida de curvas, en la que también he disfrutado de la moto, me va ofreciendo instantáneas sin parar.





Y a media tarde llego a Harstad, donde me encuentro con una feria de productos alimenticios, donde predominan los españoles, embutidos, quesos, como en casa vamos. Y a pocos pasos enfrente del puerto, el hotel donde descansaré por la noche, uno de los mejores lugares donde he estado, con unas vistas espectaculares desde la habitación, con una sauna acristalada desde la cual puedes ver, y casi tocar el fiordo. Eso sí es relax.





Las dos últimas fotos están hechas desde la ventana de la habitación. Un placer para los sentidos. El día va llegando a su fin, aunque como aún estoy en latitudes altas, el sol como mucho me dejará unas tres horas. El día de hoy ha sido un aperitivo de lo que me espera mañana, ..ufff……., bueno ahora os lo cuento con detalle.


ETAPA 15. 14 agosto. Harstad(68°)-Svolvaer(68°). 469 kms
ISLAS LOFOTEN

Orgasmo, y no hablo de sexo. Así podría definir el día vivido en las Lofoten. Salí alrededor de las ocho de la mañana y eran las ocho de la noche cuando llegaba a destino. Casi doce horas sin parar, recorriendo para arriba y para abajo estas islas y todos sus rincones perdidos, y el cansancio nunca se apoderó de mi cuerpo. La energía que me trasmitía todo lo que me encontraba me ayudaba a seguir y a seguir, y tuve la suerte, como casi todo el viaje, de encontrarme un día espléndido, que iluminó cada puente, cada roca, cada ciudad, cada montaña que pude visionar y degustar perfectamente.

El día empieza ofreciéndome un despertar plácido con el sol alumbrando la ventana de mi habitación. Aún en paños menores la primera imagen que puedo captar ya me va preparando para lo que me acontecerá en unas horas.




Un desayuno plácido con la vista perdida en el horizonte, y la moto preparada para llevarme hasta donde le pida.



Dirección sur, hasta llegar a Svolvaer, para después continuar hasta el último pueblo de las islas, llamado A,  el que sale primero, alfabéticamente, en todos los listados de ciudades del mundo. En los primeros kilómetros ya me voy encontrando cosas interesantes.







La carretera va desfilando por un valle, hasta llegar al Parque Nacional de Moysalen, donde se encuentra la montaña más alta de la isla de Hinnoya, con 1.262 mts de altitud. La verdad que por la temperatura que hace y viendo la cumbre de las montañas nevadas, junto con la espectacularidad de las mismas, se podría pensar que estamos en los Alpes, pero cada vez que veo la altitud en el GPS, ésta no suele sobrepasar los 300 mts o menos, ya que buena parte de las rutas discurren a escasos metros de los fiordos.







El buen tiempo, unido a la calma ambiental de la zona se traducen en imágenes de cuadro, que ni un pintor hubiese podido plasmar mejor. A esta foto la podríamos llamar “Calma total”.




Una vez superada la ciudad de Svolvaer, conocida por muchos como la puerta de las Lofoten, ya que muchos la utilizan como punto de partida para visitar el archipiélago, sigo ruta hacia el sur de las islas, una de las partes más espectaculares que he visitado en mucho tiempo.



El primer lugar marcado en negrita, y al que me dirijo es Henningsvaer, una pequeña localidad, conocida como la Venecia de las Lofoten, uno de los pueblos más bellos de la zona. La estrecha carretera que te lleva hasta el lugar es de impresión. Recomendable un pequeño paseo por la zona del puerto, flanqueado por casas de madera típicas de la zona.






Y la vuelta por la misma carretera, ya que es la única que accede a este lugar.




Continuo camino hacia el sur, dirección Nusfjord, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. A mitad de camino una pequeña alegría. Me toca repostar gasolina. Paro en la primera que me encuentro, lleno el depósito y segundos después cae todo el sistema informático de la estación de servicio. Quiero pagar pero los chicos me dicen que no saben qué cobrarme, porque no les sale nada y que no pueden hacer nada. Pues yo tampoco, jeje. Me he ahorrado unos 35€, no está mal, ya que la gasolina la estoy pagando una media de 1,8/1,9 euros por litro por estas zonas.

Unos kilómetros después giro a la izquierda, dirección a esta pintoresca aldea de pescadores. Lugar recomendable a visitar por supuesto. Aquí una muestra.







Y después de estar un ratito en esta población, continúo ruta hasta la localidad más al sur de las islas, el pueblo de A, lugar donde termina la carretera. La belleza es sublime mires donde mires.





Incluso los postes de la electricidad se funden con el entorno para ofrecernos una bella imagen.




Toca dar media vuelta y volver hacia el norte, para ver varios lugares que me he dejado para la tarde. Y el primero que me encuentro es Reine, pueblo situado sobre una bahía e igualmente de una belleza de postal. En algún lugar recuerdo haber leído que la calificaban como “la fotografía más bella del mundo”. En este lugar no hay restaurantes ni cafeterías, ni falta que les hace. Mejor dejarlo como está y no malearlo. Estos lugares deberían permanecer inertes al paso del tiempo. Aquí va un retazo de lo que te puedes encontrar.







El fotógrafo más pésimo sacaría una buena foto de este lugar, cada rincón te ofrece algo especial, y una sensación de que la vida circula a velocidades muy relajadas, dudo que sepan lo que significa el estrés. Algo tendríamos que aprender de ellos y relativizar los problemas de nuestro día a día, que seguramente nunca tienen la importancia que les llegamos a dar.

Un poco más al norte en la zona de Flakstad, es recomendable perderse por sus carreteras pequeñas y cruzar los múltiples puentes que te vas encontrando.




De camino otra vez a Svolvaer, donde voy a pasar la noche, me paro en un museo vikingo, donde se puede ver la manera cómo vivían, recreado por personas que hacen las mismas labores que sus antepasados realizaban antaño. Y también, después de una pequeña excursión se puede ver un pequeño barco vikingo.




Son las siete de la tarde y llevo casi doce horas encima de la moto, con paradas puntuales, pero casi sin descanso. Pero quiero más. No me resisto a seguir disfrutando de lo que me está ofreciendo la naturaleza, y vuelvo a coger la carretera dirección Henningsvaer, y vuelvo sobre mis pasos otra vez para disfrutar de cómo el Sol va bajando su posición y creando unos colores y sombras que podrían ser objeto de un reportaje del “National Geographic”. Ahí va una pequeña muestra.








El día estuvo fantástico, de los mejores que pasé en todo el viaje, y aprovechado al máximo. La verdad que había visto y oído de todo sobre las Lofoten, pero lo que me había encontrado superó ampliamente mis expectativas. Es una zona para recrearse durante días y no hartarse.

Tocaba llegar al hotel a descansar y a cenar. Para acabar de redondear la jornada, en el restaurante del hotel, decidí probar un menú degustación de productos locales, regado con un Chardonnay de calidad, que sirvió para rememorar las fantásticas horas que había vivido.

La luna vino a despedirme y después de un paseo por el puerto para dar tiempo a mi cuerpo a hacer la correspondiente digestión, me retiré a dormir. La segunda parte del viaje concluía. Ahora venían los grandes fiordos, la Trollstigen, Bergen, el Preikestolen, etc, aún quedaba mucho por delante para disfrutar.






PARTE 3ª. FIORDOS Y PARTE SUR DE NORUEGA.

ETAPA 16. 15 agosto. Svolvaer(68°)-Mo i Rana(66°). 405 kms

Después del maravilloso día anterior, tocaba dejar las Lofoten. A las 10.45 horas salía de Svolvaer el ferry que me conectaba con Skutvik, desde donde tenía llegar a Mo i Rana en una etapa de transición, en la cual dejaría de estar en zona ártica y volvería a cruzar la línea del Círculo Polar dirección sur.




Pasadas las nueve estaba ya en la zona de embarque. Tiempo suficiente ya que los ferrys tienen capacidad suficiente y en ninguno de los cogí a lo largo del viaje hubo gente que no embarcó. La frecuencia con la que salen la tienen suficientemente estudiada para que no se produzcan atascos ni sobreocupación.

Delante de mí, en la parrilla de embarque, un matrimonio holandés esperando también la hora. Se produjo un efecto, que no me había pasado nunca con la BMW, y que me ha pasado en muchas zonas en las que paraba con mi moto y es que la Harley se hace mirar, todo el mundo se queda prendado y vienen a “chafardear” e interesarse por ella. Algunos son moteros, otros simple curiosidad. Cuando le comenté al holandés que yo era de Barcelona el tío quedo flipado de que hubiese llegado hasta allí y que viajase en solitario. Espíritu motero, le dije. Resultó ser un socio del Ajax de Amsterdam y simpatizante del Barça. Acabamos hablando de fútbol, de cuando les ganamos el Mundial, y de la admiración que sienten en su país por el juego del Barcelona, sólo hacía que repetir, “Messi, Xavi, Iniesta, vaya trío”, jaja. Era mi primera tertulia de fútbol de la pretemporada, y se producía en un pueblecito de Noruega con un holandés del Ajax, ”la temporada promete” pensé.

Pues eso, que embarcamos (previo pago de 24 €), en un día espléndido, y a disfrutar de la travesía.






Y fuimos dejando atrás la costa en una travesía que duró un poco menos de dos horas.




Una vez llegado a tierra, emprendo ruta hacia destino. Lo que me pensaba que sería una etapa de transición me deparó unas carreteras interesantes y divertidas para disfrutar de la moto, e igualmente del paisaje que iba dejando atrás.







El día transcurrió con normalidad hasta pasado el mediodía. El sol fue dejando paso a las nubes y el viento hizo acto de presencia. A la altura del parque nacional de Saltfjellet, poco antes de llegar al Polarsirkelen, recinto por donde cruza la línea ártica, ráfagas de viento impresionantes que me hicieron bajar súbitamente la velocidad ya que me sacaban literalmente de la carretera, circulando con la moto totalmente inclinada y con un esfuerzo bestial para mantenerme en la calzada. Nunca había soportado vientos tan fuertes. Al llegar al recinto citado paré y me metí a descansar un rato y a comprar los recuerdos típicos del lugar.

El viento había remitido un poco pero el cielo estaba completamente negro y me temí un chaparrón de órdago que al final no llegó. Sobre las siete de la tarde llegué a Mo i Rana. Una ligera cena en una pizzería y a descansar.


ETAPA 17. 16 agosto. Mo i Rana(66°)-Trondheim(63°). 447 kms

Tocaba seguir bajando en busca de latitudes menores y de nuevos destinos. La propuesta del día era llegar a Trondheim. Llevaba diecisiete días de viaje y sólo había tenido realmente uno de lluvia, demasiada suerte por donde me encontraba. Pero la suerte es que los tres días que tuve de lluvia fueron etapas de media transición, que no me impidieron cumplir con el “planning” que tenía previsto.

Pero la lluvia en estos lares, cuando cae es insistente, pesada. Me toco aguantar la segunda parte de la etapa, unos 250 kms bajo el agua, poca visibilidad y un poco de frio. El ir bien equipado y la moto que respondió como una campeona me hicieron pasar el trago lo menos mal posible.

Sobre las cuatro de la tarde llegué a Trondheim. Un poco de descanso en el hotel, visionado de la previsión meteorológica del día, la cual me informaba que tendría un poco de tregua por la tarde, cosa que así fue, lo que me permitió salir a pasear tranquilamente por la ciudad y conocerla un poquito.





La Catedral de Nidaros, en primera instancia, convertida en el santuario nacional de Noruega, construida sobre la tumba de Olaf, el patrono del país.






Y la arquitectura de madera, típica de la zona en siglos anteriores, de las cuales persisten aún las de la zona del rio, construidas parcialmente sobre el agua, y que hoy en día sirven de viviendas y de locales comerciales.






ETAPA 18. 17 agosto. Trondheim(63°)-Alesund(62°). 483 kms

La tregua del día anterior para visitar la ciudad había acabado y el día levantaba con nubes y lluvia. Dirección sur me tenía que encontrar otra vez con el buen tiempo y el sol y después de unos primeros kilómetros un poco húmedos el cielo gris empezó a dejar paso poco a poco a los rayos solares.

La primera parte de la ruta fue un poco monótona hasta llegar a la zona de los parques naturales que me tenían que llevar hasta Andalsnes, antesala de la famosa carretera de los Trolls, la Trollstigen.





 
Poco a poco al llegar a la zona de los fiordos, la mezcla de agua, nubes, sol y montañas me ofrecía paisajes de postal.





Y llego el momento de encontrarse con los Trolls, pasado Andalsnes dirección Geiranger, por la carretera 63. La subida no es muy larga pero hay curvas estilo “tornantis” de los Alpes, y la vista del valle y la zona desde arriba es espectacular. La primera subida la hice del tirón, con la cámara de vídeo grabando y a buen ritmo, hasta llegar a la cima donde paré a hacer las fotos de rigor. La verdad que no fue todo lo bueno esperado ya que me encontré varios autobuses en la subida que tuve que sortear como buenamente pude.







Una vez hechas las fotos de rigor me decidí a volver a bajar por el mismo lugar para disfrutar de la carretera. Segundo incidente del viaje; acostumbrado a bajar puertos con la BMW, que pesa bastante menos y frena algo mejor, me animé demasiado, no conté que la Harley pesa más de 400 kgs y al llegar a un “tornanti” demasiado rápido tuve que tirar de todos los frenos que tenía para no irme a la cuneta, salto el ABS y sentí un ruido extraño. Luz de avería del ABS encendida y dejó de funcionar. Por suerte el sistema normal de frenada no fue afectado y pude continuar el viaje sin problemas, si bien dejando de contar con el sistema de frenado de emergencia que había quedado inutilizado.




Pero eso no me iba a impedir seguir disfrutando del viaje. Después de unos minutos de cabreo (pocos), volví a enfilar puerto arriba y tomándomelo con más tranquilidad me fui parando a hacer las fotos de rigor del paisaje que te vas encontrando en la subida.






La bajada también fue interesante, no tan contorneada ni revirada, pero la carretera estaba en buenas condiciones y tanto las vistas del tramo final del parque natural como las posteriores del fiordo me fueron mostrando una tras otra las imágenes que te puedes encontrar a cientos en estos parajes.





Y a primera hora de la tarde, llegada a Alesund, conocida por sus construcciones Art Nouveau, después del incendio de principios del siglo XX que dejó la ciudad totalmente destruida. Torrecillas, chapiteles y la hermosa ornamentación dan un carácter de cuento de hadas a la ciudad. Es recomendable darse un paseo por sus calles para impregnarse de ese halo.









ETAPA 19. 18 agosto. Alesund(62°)-Bergen(60°). 600 kms



Después de las etapas de medio transición pasadas desde las Lofoten hasta llegar a los fiordos y la costa oeste de Noruega, tocaba llegar a la parte más al sur del país, tocaba descubrir Geiranger y después Bergen. Realmente fue uno de los lugares donde mejor me lo pasé. Quizás las etapas un poco tediosas de bajada y el cansancio de llevar casi tres semanas de viaje, hicieron que el ánimo decayese un poco en esos días, pero al llegar a esta parte del viaje, fue como tomar un elixir de fuerza que me levantaron otra vez y me sirvieron para afrontar los últimos días con energías renovadas.



Saliendo de Alesund, a los pocos kilómetros me tocó coger el primer ferry del día, desde Linge a Eidsdal. En estas zonas los ferrys tienen frecuencias cada 20 minutos y la travesía no dura más quince minutos. El precio acorde al trayecto, cuesta 5,5 €.



Lo primero que me iba a encontrar sería el fiordo de Geiranger. Una maravilla. El día estaba nublado y no lo pude admirar en toda su inmensidad pero los atisbos que pude ir viendo ya me dieron una idea de porque atracan más de 150 cruceros en los cuatro meses de temporada de verano.





Y una foto al lado del pequeño Troll que hay en el puerto.




Después de la parada de rigor en Geiranger, el camino que sigue es una carretera espectacular, curvas y más curvas, saltos de agua que fluyen detrás de cualquier roca, hasta llegar al mirador de Dalsnibba, desde donde se ve todo el valle de Geiranger.






Y sigue la carretera camino de Bergen, entre valles y largos túneles, creo que el más largo que he pasado en mi vida, de 25 kms de longitud, que nunca se acaba, y después otro de 11 kms y otros menores, una sucesión de pasos subterráneos que van cruzando las montañas como si fuesen de papel.






Hasta llegar al Parque Nacional de Jostedalsbreen, donde se encuentra el glaciar más extenso del continente.





Choca encontrar verdaderos mastodontes, junto a pequeños barquitos que parecen preguntarse como carajo pueden fondear estos monstruos en fiordos tan estrechos.




Y sigue el camino……………………..






Segundo ferry del día entre Manheller y Fodnes, 6 € el trayecto y enfilamos camino a Bergen.




Y a media tarde ya estoy en el hotel y con ganas de empezar a conocer esta ciudad, de recorrer sus calles, el puerto, a ver que me ofrece.




Son las siete pasadas de la tarde, un primer paseo por el mercado del pescado del que ya quedan pocas paradas abiertas a esa hora, pero que aún me permite tomarme un ”fish & chips”. De camino al Bryggen empiezo a disfrutar de la puesta de sol, el día es magnífico. Dicen que Bergen es una ciudad en la que llueve como mínimo un poco todos los días del año, pero yo he tenido la suerte de poder disfrutar de un día espléndido.





Y la primera toma de contacto con el Bryggen. El ambiente por las calles es espectacular, muy animado, se nota que aprovechan los días de buen tiempo para echarse a la calle y disfrutar. La ciudad tiene mucha vida, eso me gusta, es una ciudad que empieza a enamorarme. Veo ríos de gente dirigiéndose todos a la misma dirección y me entero que está Rihanna en la ciudad y que hay concierto por la noche. No es lo mío, yo dirección contraria.




Y el sol sigue cayendo y mostrándome su cara más amable.




Y la zona del mercado del pescado, una vez han cerrado las paradas, se transforma en un lugar de reunión de los moteros de la ciudad. Poco a poco van acudiendo a charlar y a tomar la cerveza en el bar que se encuentra delante, el Zacharias Bar. Por cierto la mayoría son Harleys…………




Aún no son las nueve, tengo tiempo y aprovecho para coger el funicular “Floibanen” situado a pocos pasos del centro, el cual me sube hasta la cima del monte Floien desde donde se tienen unas magníficas vistas de la ciudad y puedo disfrutar de cómo va entrando la noche en Bergen.






El sol ya se ha puesto, arriba la afluencia de gente es espectacular, se nota que todo el mundo espera que la noche se haga cerrada para apretar con insistencia el disparo de sus cámaras y tomar las bellas imágenes que ofrece el lugar. Totalmente recomendable subir aquí a estas horas. El precio es de unos 9 € y el trayecto es de quince minutos.


Estas son algunas de las que fui tomando con el paso de los minutos.








El día llegaba a su fin, un último paseo por el puerto y de camino al hotel a descansar. El día siguiente lo había planeado para descansar de moto y pasarlo enteramente en la ciudad, todo un acierto visto lo visto.



ETAPA 20. 19 agosto. Bergen(60°)- Día de descanso de moto. 0 kms


Hoy me he vestido de turista, ropa cómoda, cámara en mano y a disfrutar de la ciudad. Muchas cosas por delante por ver. Después de un desayuno copioso, a las nueve y unos pocos minutos ya estoy en la calle. Los museos que quiero ver no abren hasta las once de la mañana por lo que aprovecharé para dar un paseo por la zona.



Lo primero que me encuentro es la vista del lago y su fuente central.




Una visita a la catedral y posteriormente una caminata ligera hasta el barrio de las calles estrechas, con las construcciones típicas de madera pintadas de diferentes colores.




Y como no podía ser de otra manera, la lluvia hace acto de presencia, es una llovizna ligera que tampoco molesta demasiado, pero aprovecho para bajar hasta la zona del puerto y entrar en el “Museo Hanseático”. Es interesante por ver cómo vivían los mercaderes de la “Liga Hanseática” que se asentaron en la zona del puerto y en el Bryggen durante 400 años. La entrada 7 euros.

Curiosas las camas que utilizaban para dormir, encerradas en una especie de cajas de madera que supongo les resguardaban del frio y quizás les daban un poco de intimidad.




Y tampoco me pude resistir a fotografiar sus libros de cuentas, supongo que por deformación profesional y por ver cómo se las apañaban en esos tiempos sin ningún medio mecánico de los que disponemos en la actualidad y que nos hacen la vida más fácil.




Pasado un rato, cuando salgo del museo, se ha terminado la lluvia y el día empieza a clarear. Aprovecho para ir a visitar el Bryggen y sus callejuelas interiores, llenas de pequeños comercios de todo tipo.






Después de haber paseado por la zona me vuelvo para la zona del lago, donde justo al lado están las galerías de arte, el Museo de Arte de Bergen y el Centro de Arte Contemporáneo, los cuales tienen colecciones importantes de artistas reconocidos, Munch, Picasso, etc. No hay fotos porque no permiten cámaras. La misma entrada vale para todos los museos y cuesta alrededor de 10 euros.


Me paso un buen rato por ahí, casi se hace mediodía y al salir veo que ya hay quién está empezando a comer.




Cómo está todo más o menos cerca me vuelvo a la zona del puerto donde me han recomendado que coma carne de ballena, algo que no he probado en mi vida y que me apetece conocer a qué sabe.




Pues no está mal, no es espectacular pero ha merecido la pena probarla, aunque me quedo con un buen solomillo o un buen entrecot. Toca descansar un poco y antes de seguir me voy al hotel a por la merecida siesta.

A media tarde ya vuelvo a estar en danza. Un paseo por las paradas del mercado del pescado en las que más del 50% de los que atienden son españoles. Estudiantes universitarios que vienen a hacer la temporada de verano, a ganarse un buen dinero y a practicar el inglés. Parece que los nativos no quieren estas faenas y las ofrecen a gente de otros países. Me comentaron que ganan más o menos unos 80 euros por siete horas de trabajo al día. Siempre me ha fascinado el espíritu de esta gente joven que no tiene miedo a buscarse la vida donde sea y a vivir nuevas experiencias que seguro les servirán en el futuro. Bravo por ellos.




La tarde va cayendo y me paro a tomar una cervecita en las terrazas del Bryggen, la verdad que la ciudad es preciosa, su ambiente calmo pero animado, que te ofrece alternativas para no aburrirte en ningún momento. Es, para mí, la ciudad del viaje que más me ha gustado. No la conocía y me ha sorprendido muy gratamente.




Ya a última hora de la tarde, mientras se va haciendo de noche aún voy a tener otra sorpresa agradable. De paseo por el puerto veo un tipo que ha montado su pequeña orquesta en la calle, de percusión, guitarra y armónica y está versionando canciones míticas del country, Johnny Cash, algo de blues, The Eagles, etc y me paro a escucharlo con la vista perdida en la puestas de sol que veo a sus espaldas.




El tipo en cuestión se llamaba Gee Gee Kettel y nos ofreció unos momentos mágicos. Al principio éramos cuatro o cinco, y al final el corro había llegado a las 50 personas más la gente de las terrazas de al lado que también disfrutaban de la bella música. Estuve unas dos horas sentado en el suelo, incluso una parejita medio hippie que tenía al lado me ofreció un canutillo, que decliné, aunque agradecí, ya que no yo no fumo, pero todos estábamos en un estado de relax total, abducidos por la música que nos iba ofreciendo ese músico. Quizás no tendría el marketing ni el glamour del concierto de Rihanna del día anterior, pero a mí me transmitía muchas más sensaciones de las que me hubiese transmitido la cantante. Antes de marchar le compré tres CDs de su música, (por 30 euros) que me acompañarían durante el resto del viaje que me quedaba hasta llegar a Barcelona.




El día terminó. A media noche me fui tranquilamente a dormir disfrutando de un último paseo y recordando los bonitos momentos que había vivido. El regusto que me quedaba de la visita a la ciudad era inmejorable, todo habían sido “inputs” positivos y agradables. Bergen entraba de pleno derecho en el top de mis ciudades preferidas que seguramente volveré a visitar en algún otro momento de mi vida.


ETAPA 21. 20 agosto. Bergen(60°)-Stavanger(58°). 209 kms

Aprovechando que la ruta prevista para llegar a Stavanger era corta, me levanté un poco tarde. Eran las diez cuando me subía a la moto. Con la música que había adquirido el día anterior despedí Bergen y emprendí camino tranquilamente. La mañana paso de forma relajada, carretera tranquila, un par de ferrys de corta duración por el camino y sobre las cuatro de la tarde ya estaba en destino.

Descarga por enésima vez de las maletas en el hotel (ya me empezaba a cansar un poco, jaja), y a pasear por la ciudad aprovechando el buen tiempo.





Primero un paseo por el puerto, el Bryggen de Stavanger, y después por las callejuelas peatonales del centro. Es una localidad pequeña y es agradable perderse e ir conociendo sus rincones y sus peculiares casas.






Día tranquilo que terminó relajadamente y empezando a preparar las piernas para la excursión al Preikestolen, donde subiría al día siguiente.


ETAPA 22. 21 agosto. Stavanger(58°)-Preikestolen (El Púlpito)


Era el último día donde la moto no sería la protagonista. El destino era el famoso Púlpito. A las nueve de la mañana cogí el ferry desde Stavanger dirección Tau, unos 6 euros el trayecto y una duración de unos 40 minutos. Al llegar a Tau, no más de 30 kms me separaban de la base del Preikestolen. El día no estaba muy fino, cielo encapotado que amenazaba lluvia. En unos 20 minutos ya estaba en el lugar. Moto aparcada, traje de agua, buen calzado y ánimos. La ruta a paso normal se hace en un poco menos de dos horas. El camino, (si se puede llamar camino), es un sendero de rocas que en algunas partes del trayecto se hace un poco complicado, con pequeños riachuelos que van cruzando y mojando las rocas.




En algunos tramos incluso se hace complicado saber por dónde tirar, si bien hay señales pintadas en la roca que van marcando la dirección.




Después de un buen rato, las piernas empiezan a pesar y el tercer tramo antes de llegar al sendero final es el más duro.




Está claro que es importante un buen calzado, y los tobillos acaban reforzados de la torsión a la que son sometidos al no tener ninguna superficie plana donde pisar para ir avanzando.

Y al final la alegría, la visión de la dichosa roca, desde donde se tiene una maravillosa vista del Lysefjord, el fiordo de la luz.




La verdad que es impresionante ver la caída vertical de más de 600 metros que hay desde la cima. Hay gente que se sienta en el borde, ajenos al vértigo y al miedo. Yo por si las moscas, y con el viento que hacía, dejé un par de metros para hacerme la foto de rigor.




Aunque el día no era climatológicamente el deseable, las vistas compensaron el esfuerzo de la subida, y de momento aguantaba y no llovía.




De bajada empezó a llover insistentemente, el camino se hizo mucho más complicado y resbaladizo y acabé con unas agujetas en las plantas de los pies que apenas me mantenían en pie cuando llegué abajo.




Aunque el traje de agua en la parte superior hizo su efecto, como en las piernas sólo llevaba los tejanos, acabé calado hasta los huesos y cansado. La temperatura era bastante fresca. Un café caliente en el refugio antes de emprender la marcha para revitalizar el cuerpo y esperar a que la lluvia remitiese un poco.

Afortunadamente el tiempo se relajó y pude subirme a la moto y dirigirme otra vez a Stavanger, donde tenía el hotel.  La tarde siguió lluviosa y fea, y después del tute que me había pegado decidí quedarme a descansar relajadamente en la habitación.

Terminaba la tercera parte del viaje. Habían pasado tres semanas desde aquel 31 de agosto, cuando salía de Barcelona, cargado de nervios pero con muchas ilusiones en la mochila, y el resultado no podía ser más satisfactorio. Nordkapp, los fiordos, el círculo polar, las Lofoten, Bergen, las ballenas y casi 10.000 kms en las espaldas habían colmado mis propósitos iniciales.  Me quedaba el viaje de vuelta. Empezaba a despedirme de los países nórdicos, del placer de descubrir cosas nuevas cada día, de disfrutar con cada pequeño momento, y de haberme nutrido de miles de sensaciones con las que me sentía totalmente reconfortado.


PARTE 4ª. EL REGRESO.

ETAPA 23. 22 agosto. Stavanger(58°)-Oslo(59°). 516 kms

La última etapa enteramente en Noruega me llevaría hasta su capital, Oslo. La intención inicial era coger la ruta más recta posible por la carretera principal (rv45 y E134), pero el tráfico encontrado en los primeros kilómetros junto con el buen tiempo reinante me hizo tomar una decisión de la que no me arrepentiría en absoluto. A los 50 kms de ruta, sin hacer caso al GPS, y recordando el día anterior cuando había estado repasando la ruta, me acordé de una carretera secundaria que pasaba entre zonas boscosas, lagos y parques naturales. Giro a la izquierda y a las pocas curvas un nuevo paraíso se abría a mis ojos.





Pequeños lagos reconvertidos en verdaderos espejos de la realidad, motivaban el disparo continuo de mi cámara de fotos a cualquier rincón que mis ojos podían abarcar.






La carretera era poco o nada transitada, sólo me encontraba cabras u ovejas de vez en cuando que me reafirmaban en este sentido ya que disfrutaban de su descanso en medio de la calzada sin ningún reparo a nada.






Entre nubes y claros lo que me iba encontrando me hacía pasar la jornada de manera muy agradable.






Lo que había de ser una jornada de medio transición, un poco tediosa, se convirtió en un perfecto colofón que me ofreció el país después de todo lo que había visto con anterioridad. Era la perfecta despedida, para que el regusto final durase días y días.





Por último un camino al cielo, antes de volver a la civilización, a las grandes ciudades y a las carreteras con mucho tráfico y atascos.




Y llegada a Oslo, sobre las cuatro de la tarde. Había decidido darme un homenaje final y alojarme en el Holmenkoller, elegido como mejor hotel de Noruega en el 2010, y la verdad que tanto el edificio, como las vistas de la ciudad no me defraudaron, si bien esperaba más de las habitaciones por el precio pagado y más comparándolo con otros de menos nombre pero mucho mejor equipados. De todas formas la nota final fue alta.





Un pequeño descanso en la habitación y preparado para salir a conocer Oslo. La verdad que para alojarse en este hotel es necesario disponer de un medio de locomoción ya que está bastante apartado del centro. En moto unos diez minutos, pero la travesía a pié podía durar una hora larga.




El paseo por el centro de la ciudad fue muy agradable, y lo pude disfrutar con los rayos del sol iluminándome desde el cielo.




Siendo la capital de la paz mundial desde que Alfred Nobel decidió que Oslo sería la sede de su premio más preciado, se pueden encontrar continuas referencias en el recorrido por la ciudad.




Y en la zona del puerto y alrededores hay una actividad tremenda, llena de restaurantes de todo tipo donde te puedes pegar un buen atracón, o locales y bares de diseño donde te sirven el cóctel o combinado más exclusivo que puedas desear.






Vuelta al hotel donde me esperaba una buena cena en un ambiente muy acogedor y cálido. Se notaba que empezaba a estar en latitudes más bajas ya que la noche se hacía cerrada a partir de las nueve de la noche. Aproveché después para pasear por los alrededores del hotel para hacer la digestión y para inmortalizar a mi querida moto junto al bello edificio donde me encontraba.




ETAPA 24. 23 agosto. Oslo(59°)-Malmo(55°). 575 kms

Se habían acabado las carreteras de paisaje y volvía a carreteras principales y autovías. A las nueve y media de la mañana, después de disfrutar de un desayuno de ensueño, (creo que el mejor de todo el viaje, por la calidad, cantidad y variedad encontrada), me monté en la moto y emprendí camino, dirección sur. Antes de salir una parada para ver el Holmenkoller, que es la rampa de saltos de esquí utilizada para los campeonatos mundiales de esquí.




Ruta tranquila hasta Malmo. Buen tiempo, temperaturas aún agradables, aunque por primera vez en quince días me quité la ropa térmica que había llevado continuamente durante dos semanas, y es que durante ese tiempo la temperatura no superó los quince grados en ningún momento.


El hotel lo tenía situado en pleno centro de la ciudad, cosa que me permitiría darme un buen paseo para conocer la ciudad.


Lo primero que vi fue la torre Turning Torso diseñada por Santiago Calatrava. Es el edificio residencial más alto de Suecia con una altura de 190 metros y fue considerada un referente en la ciudad en el año de su construcción, el 2005, al ser considerado el mejor edificio residencial del mundo.




Tuve la suerte de coincidir con el día grande de la ciudad, la cual estaba llena de feriantes, multitud de gente por las calles, tiendas de todos los colores y escenarios donde había actuaciones continuamente.




Y encontré otro de los españoles por el mundo, aunque esta vez no entré a visitarlo, ya que quería cenar en otro lugar más típico de la zona.




Y parece que aquí también hay gente que está con el agua en el cuello……………..




Y al final acabé cenando justo al lado de la plaza Lilla Torg, donde cuentan que se puede comer comida llegada de todas las partes del mundo. Cayó un buen solomillo con crema de quesos y antes una ensalada con productos locales. La velada fue muy amena dado el ambiente festivo que reinaba por todos los lugares.




Y después de la cena tocaba concierto en la plaza mayor. Un grupo local de pop-rock, Orup, que no lo hacía nada mal, aunque la verdad que los asistentes parecía que estaban en una ópera ya que la animación no era la más adecuada para un evento de este estilo, pero claro, tenía que recordar que aún estaba en los países nórdicos y la gente no tiene la calidez de las zonas del sur de Europa.




Después de un par de bises, sobre las 11:30 de la noche, el concierto acabó y tocó retirada. El día había pasado mucho mejor de lo esperado, con la suerte de haber coincidido con la jornada festiva y tener la oportunidad de disfrutar del ambiente y las actividades preparadas para disfrute del personal.


ETAPA 25. 24 agosto. Malmo(55°)-Hamburgo(53°). 499 kms

Nada más salir de Malmo tenía que volver a pasar por el Oresundsbron, el famoso Puente de Malmo que para mí era como la puerta que me llevaba a casa. Tuve la sensación que allí era donde acababa mi viaje y lo que me quedaba era básicamente los minutos de la basura hasta llegar a casa, ya que serían etapas tediosas de muchos kilómetros y poco más.




Quinientos aburridos kms de autovía hasta llegar a Hamburgo. El hotel escogido era uno de los más altos de la ciudad y tuve la suerte que me dieron la habitación en el piso 25, con lo que las vistas eran espectaculares.





Luego una paseo por la zona del rio Alster, los canales y el Ayuntamiento para tomar una pequeña muestra de una ciudad que evidentemente necesitaría de más días para conocerla mejor.






Acabó el día con una cena en el restaurante italiano del hotel, donde pude volver a degustar un buen plato de pasta y un maravilloso tiramisú. Estaba cerca de casa y tenía que ir recobrando las viejas costumbres.





ETAPA 26. 25 agosto. Hamburgo(53°)-Baden-Baden(48°). 674 kms




Penúltima etapa que me llevaría hasta Baden Baden, donde ya había estado el año anterior. Tenía ganas de volver a regalarme un baño en las famosas Térmas de Caracalla, para volver totalmente relajado a casa.




Pero faltaba el tercer incidente del viaje, que ocurrió en la autopista alemana, antes de llegar a Baden. Por las fechas en las que estábamos, supongo que como en todos sitios, aprovechaban para hacer obras y reasfaltar la carretera, con lo que muchos tramos eran de tierra o grava. La velocidad era de 20/30 kms hora, súper tranquilo, iba detrás de un camión y en un momento dado, sin darme cuenta, me metí en una zona de bastante grava. Perdí la tracción, la tierra no era firme, ni pude apoyar bien los pies en el suelo y el peso de la moto me venció y no la pude aguantar con lo que se me fue al suelo. Caída tonta, tonta. No me pasó absolutamente nada y las defensas de la moto evitaron cualquier desperfecto mayor. Pero ahí venía el problema, yo sólo no tenía narices de levantar los 400 kgs de la moto más el peso de las maletas cargadas. Por suerte el camión que venía detrás paró, el tipo bajó del camión y me echo un cable. Gracias compañero. Pude seguir ruta sin problemas hasta destino.



ETAPA 27. 26 agosto. Baden Baden(48°)-Barcelona(41°). 1205 kms

Y la última etapa, la más larga, 1200 kms. Salí temprano y me lo tomé con calma. Era casi todo autopista, pasaría por Lyon y después dirección Barcelona. Tenía ganas de llegar a casa. El cansancio de todo el viaje era evidente. Un total de 12.809 kms, muchas horas encima de la moto y otras muchas pateando los lugares por donde había pasado.


El día pasó sin más. El tiempo medio nublado ayudó a no tener que soportar temperaturas muy altas. Por mi cabeza fueron desfilando poco a poco todos los momentos vividos, pero también la ilusión de poder concluir el viaje sin problemas. Eso era lo que me hacía más feliz, no haber tenido que cambiar la ruta prevista por incidencias que pudieran haber surgido en cualquier momento.


Sobre las cinco de la tarde cruzaba la frontera española. Me quedaban poco más de 100 kms para llegar a casa.




Os puedo asegurar que tras pasar La Jonquera, iba dando gritos dentro del casco. Si alguien me hubiese visto u oído, habría pensado que estaba medio loco, pero la emoción que me embargaba era brutal y necesitaba descargar adrenalina. OBJETIVO CONSEGUIDO, ESTABA OTRA VEZ EN CASA. Después de la explosión de júbilo, vino el bajón y alguna lagrimita de felicidad empañó mi mejilla. Habré pasado cientos de veces por ese tramo de autopista, pero creo que nunca lo había hecho a esa velocidad, no pasé de 90 kms/h. Quería sentir y disfrutar de los últimos momentos del viaje. En las cercanías del Montseny hice la última parada y como no, con el sol como protagonista.




Sobre las ocho de la tarde entraba en Barcelona. Me encanta viajar, necesito conocer nuevos lugares y destinos que me nutran de cosas nuevas, pero el placer de volver a casa siempre es el mismo, y esta vez aún más después de cuatro semanas fuera. Creo que después del viaje por Europa de un mes de duración que hice con unos amigos con Interrail, cuando acabamos el COU y la selectividad, con 18 añitos, éste era el segundo viaje en el que había pasado más tiempo fuera de casa, y con la particularidad que iba sólo.


En fin, aquí acaba esta historia. Ahora llegan tiempos más de reposo, de dejar un poco apartada la moto, pero también de empezar a pensar en nuevas aventuras para el futuro.


Espero no haberos aburrido en exceso. A los que ya han hecho el viaje, pues qué les voy a contar, pero a los que no lo han hecho, que no duden que es un viaje para marcarse en la agenda en algún momento de nuestras vidas. Yo no sé si algún día volveré por esas latitudes, quizás cuando me retire, y para eso aún falta mucho, pero lo que sí sé es que lo vivido quedará para siempre dentro de mí como una de las mejores experiencias que he podido disfrutar en mucho tiempo.

Dar las gracias a los que publican sus crónicas, porque yo también me he nutrido de esa información para preparar el viaje, y siempre es de utilidad conocer las experiencias de otros para enfocar mejor las zonas a conocer.

Un saludo y hasta la próxima.

FÉNIX